domingo, 31 de enero de 2010

The Little Yellow Bird

Calor. Frío. Sol. Nublado. Lluviecita. Más frío. Aire. Fresco. Frío. Así fue el día.
Fueron más de 15 minutos corridos los que pasé viendo a un pequeñísimo pájaro amarillo revolotear por los arbustos del jardín. Me había llevado a mi sobrino más pequeño a ver a las mascotas y en cambio, tanto él como yo fuimos fascinados por el juego encantador de revolotear de aquel pequeñito pajarito. Iba y venía. Se posaba en las ramas. No duraba ni un minuto cuando se posaba en el pasto. Subía a un arbusto. Bajaba a la palma de la sávila. Volvía a revolotear y subía a algún huequito de la reja. Emprendía el vuelo y volaba con destreza y arte y aterrizaba de nuevo en algún arbusto al lado de alguna morada flor de bugambilia.

Toda aquella tristeza comenzó a irse entonces. Empecé a cantar aquel viejo himno que durante años fue una fuente de consuelo para mi corazón: "¿Cómo podré estar triste? ...si Él cuida de las aves, cuidará también de mí". No se escuchaba mas que el viento soplando y mi queda canción. El pajarito seguía revoloteando mientras lo seguían mis ojos llenos de agua.

¡Han sido días tan atareados y ocupados, pero tan diferentes entre sí! Un día, muero a carcajadas. Al otro, trato de separar y dar fin a una pelea. Al siguiente, estoy sentada frente a frente con personas clave para mi vida, compartiendo y detonando zonas internas para mutua edificación.

Horas después, el pajarito seguía revoloteando, pero ahora más alto. Subió a la copa del árbol cerca de la ventana y por ahí iba y venía, dejándose ver. Lo miré de lejos, repasando una y otra vez aquellas frases poderosas... "si Él cuida de las aves, cuidará también de mí". Tan pequeño, y aún así, tan poderoso para moverse en la jurisdicción donde Dios lo colocó tiernamente...

1 comentario: