El ruido de las múltiples ocupaciones de los tapatíos transeúntes y de uno que otro turista llenaban el ambiente. Niños jugando, vendedores y merolicos llenando con sus pregones las calles, bicicletas y juguetes artesanales invadiendo el adoquín, un mariachi a lo lejos. Puestos multicolores de algodones de azúcar, globos, artesanías, juguetes, comida y gustitos típicos. El choque de los miles de olores que se percibían era muy especial, característico de esa tierra colorida y folklórica de Tlaquepaque. "¡Cómo estoy disfrutando esto!", exclamó deliciosamente una de ellas. Las norteñas visitaban el sur.
Este fin de semana pasado vinieron mis mejores amigas a visitarme. Pasamos de los días y momentos más significativos y ¡ah, cómo lo disfrutamos! Tour por los puntos turísticos y coloniales de la Tierra Tapatía, visita a Expiatorio, nieve en Mexicalzingo, escuchar un auténtico mariachi tapatío con todo y bailable y zapateado folklórico, paseo por andador de Tlaquepaque, tomar un té de limón acompañado de un rol de canela y una rebanada de gelatina de mamey escuchando anécdotas de abuela, respirar la fría brisa nocturna del cerro de Bugambilias, y contrastarla con la brisa cálida y húmeda del Lago de Chapala...
Pero más que los recorridos o las deliciosas comidas, o las actividades que hicimos juntas, lo memorable de su visita fue el recordarnos mutuamente lo importante que es la una para la otra, y el por qué se ama tanto a ciertas personas. Darle gracias al Cielo por la vida de esa persona. Agradecer el que a Dios le haya placido haber diseñado una persona con tales virtudes de genialidad, brillantez, amor, de carisma. Admirarla por sus cualidades y por esas características que la hacen única. Pero no solo eso. Sino voltear al Cielo y sonreír al agradecer la amistad de años que se ha fortalecido cada vez más al transcurrir los años entre esas personas y yo. Y no solo una amistad sencilla de camadería, sino una amistad entrañable comparada a la de hermanos de sangre. Esas amistades únicas y contadas con las que escasamente contamos en la vida en las que existe una mutua y vasta confianza. De esas amistades con las que ríes, gritas y lloras hasta en las altas horas de la madrugada. Amistades que se intercambian entre sí desde las más brillantes ideas, hasta las ideas más idiotas que a uno se le pudiera a caso ocurrir; y desde la información pública más generalizada, hasta el más profundo y preciado secreto personal.
Amistades únicas e invaluables que hacen de un fin de semana ordinario, de los más extraordinarios por hacer una visita especial.
lunes, 1 de marzo de 2010
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Qué bonito...
ResponderEliminar...yo también voy a ir a visitarte un día :)