martes, 5 de enero de 2010

la maravilla de las historias ajenas y secretas...

Hoy descubrí una historia que ni remotamente había imaginado hubiera acontecido en este mundo. Descubrí la admirable historia del sacerdote ortodoxo que fue misionero en Alaska, Ivan Evseyevich Popov, mejor conocido como San Inocencio de Alaska. Este misionero ruso se ofreció a trabajar como sacerdote en una de las diminutas islas de Unalaska en el siglo XIX. Viajó con su madre, que era ya avanzada de edad, su esposa, su hijo y su hermano. Y después de UN AÑO de viaje, finalmente arribó a Unalaska en 1824. Me imagino a este hombre valiente, en tal inhóspito lugar frío y sin recursos, en pleno siglo XIX, luchando contra las inclemencias de toda índole, para cumplir su acometido voluntario.

Hizo un arduo trabajo de becario, lingüista y administrador. En un corto periodo de tiempo, aprendió seis dialectos y estableció un alfabeto en letras cirilicas, y en 1828 tradujo porciones de la biblia a otras lenguas de esas islas. Se dice que el sacerdote viajaba de isla en isla en canoa, enfrentando las tormentas que se forman en el océano del Golfo de Alaska.

¡Qué vida! Y ahora, simplemente por haber sido ruso, al ir descubriendo su obra y su legado, me llenó de ganas de ir a visitar aquellas remotas islas donde el clima congelado adorna el paisaje y el sol no saluda sino cada seis meses. ¡Qué extraordinaria obra y legado!

Pero lo que más me llena de asombro y de maravilla es el simple hecho de pensar cuántos años, siglos y miles de años ha visto nuestro mundo transcurrir en los cuales miles de millones de vidas han tenido su protagonismo secreto dentro de la historia del hombre... la mayoría, ajenos a nosotros mismos...

Hoy también descubrí a dos deidades mitológicas que me llamaron la atención: en la mitología mesopotámica, a Nabu, el dios babilonio de la sabiduría y la escritura; y en la mitología sumeria, a Enheduanna, la diosa-Luna sumeria, que entre sus muchos atributos artísticos, se le considera como la autora más antigua de la Historia, porque escribió los primeros textos que se pueden atribuir a un autor.

¡Wow!

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