A veces quisiera irme a una isla griega remota y olvidarme de todo. No tener que pensar -o enfrentar - las situaciones difíciles, las caras y actitudes del resto de la gente, los perritos vecinos ladrando en la madrugada...
Hoy aprendí una valiosa lección de humildad, pero entendí el gran principio y característica que nos define como seres humanos: el ser corporativos. La vida tiene una gran gama de matices que van desde los claros donde todo es paz y armonía, como la vie en rose, y esos matices negros y pesados que nos hacen suspirar y voltear al cielo por ayuda con lágrimas en los ojos. Creo que esos tonos diferentes son los que le dan sentido a la vida: nos desarrollan cada día más en nuestro proceso único de madurez que tenemos cada ser humano. Pero una cosa es cierta: no lo podemos hacer solos. Somos únicos y cada una de nuestras vidas tiene matices diferentes, pero no vivimos en planetas a parte. Vivimos todos juntos, cada quien en su esfera de matices, dentro del mismo ambiente, pisando el mismo suelo, lado a lado.
Todas las personas que nos rodean, los que vinieron, los que se fueron, los que acaban de llegar, los que se irán, le dan brillo a esos diferentes matices de nuestra vida. Dios nos hizo seres sociales, corporativos. Somos engranes y piezas de rompecabezas, que mientras mejor estemos ensamblados, mejor atravesaremos esos matices oscuros de la vida, pues estaremos acompañados. Y no solo eso: lo que poseé uno, el otro no lo poseé y se complementan. Si uno cae, el otro lo levanta. Si uno ríe, el otro ríe con él. Si uno llora, el otro llora y da consuelo. Si uno no tiene, el otro le da.
La parte difícil de ser corporativos es el ser humildes y aceptar ese engrane diferente a mí que me va a impulsar y ser más fuerte dentro de las situaciones difíciles. Recibir, aceptar ayuda. Pedirla. Recibir a las personas. Amarlas. Entiendo que son parte de mi vida; artistas-socios con Dios que colaboran a mi desarrollo y madurez, sea dentro de los matices rosas, u oscuros.
Sí, somos únicos en capacidad, en personalidad, en ideas, en talentos, en expresión. Pero no debemos ni podemos vivir dentro de nuestro ser único: estar solos. No puedo alejarme a una isla remota y desierta y hacer mi vida. Habito en un mundo lleno de diferentes colores y matices y expresiones. Mi parte es ensamblarme con ellos y aportar con mi vida todo lo que pueda para que los que me rodean sean desarrollados a su vez. Somos corporativos. Y mientras mejor entienda esto, seré más libre para conducirme dentro del lugar donde Dios me ha puesto. Seré más libre para amar a las personas. Seré más libre para entender los matices oscuros por los que atravieso y caminar por ellos. No tendré temor, pues sé que mi hermano estará ahí, para levantarme.
martes, 27 de julio de 2010
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Muy cierto hermana. Gracias a Dios por los engranes que nos rodean :)
ResponderEliminarTe amo.
Así es, gracias a Dios por su fidelidad, misericordia y paciencia.
ResponderEliminarGracias, hija. Muy sabia e instructiva tu reflexión sobre nuestro diseño y entorno.
ResponderEliminarTe amo.
Carlos Salazar.