miércoles, 22 de febrero de 2012

Rompiendo esquemas para quitar atroz

Habían pasado toda la mañana entrenando. La banda de guerra retumbaba al compás firme de los tambores y de las trompetas, y la escolta no dejaba de marchar, observando con celo cada paso. La competencia sería dentro de dos semanas y no debían perder tiempo para entrenar y ganar nuevamente el 1° lugar a nivel nacional. Después de tres horas seguidas de ensayo, y de haber saltado su hora de descanso y de comida, los muchachos tanto de la banda, como los integrantes de la escolta, llegaron cansados al salón de música. Era tiempo de otra clase tediosa de memorización conmigo.
De inmediato me percaté de su cansancio. Los que generalmente eran relagientos y escandalosos, ahora se mostraban tranquilos, aunque con un aire de apatía. Realmente estaban cansados. Tanto los hombres como las mujeres habían exprimido casi todas sus energías del día en el ensayo de 3 horas.
Pensé en que sería una hora larga. Luchar contra la flojera era lo último que quería hacer en ese día largo tan lleno de actividades. Así que, decidí romper completamente con el esquema de la clase. La moral estaba por los pisos, tenía que hacer algo diferente. Cogí el plumón y les expliqué el concepto de "tener atroz".

- "Ustedes tienen atroz", les dije, mientras escribía la palabra clave en el pintarrón.
- "¿Atroz? ¿Qué es eso, maestra?"

De acuerdo al significado que inventamos mis hermanas y yo desde que éramos chicas, les expliqué a mis 14 alumnos de secundaria y preparatoria que el concepto de "tener atroz" encierra muchos sentimientos encontrados, pero que es básicamente cuando te encuentras en un punto del día en el que nada te hace feliz; no tienes motivación, tienes flojera, frustración y cansancio. De inmediato concluyeron que eso era lo que tenían en ese momento. Nadie quería memorizar. Ni uno tenía las energías para hacer algo. Algunos me contaron que ni habían tenido tiempo de comer, y me pidieron permiso para hacerlo. Accedí, y los hambrientos comenzaron a comer contentos.

- "Voy a quitarles el atroz", dije, mientras me encaminaba al piano. Comencé a tocar el piano y a cantar mientras dejaba que platicaran entre ellos, se sentaban o se acostaban en el piso, o simplemente, se despabilaban. De inmediato me siguieron en la iniciativa. Algunos se acercaron al piano y comenzaron a cantar conmigo, siguiendo la melodía con juego. Cuando los vi un poco más animados, memorizamos solo una frase que teníamos que dar ese día, pero "el atroz" continuaba latente en todos mis alumnos.

Me puse de pie y les dije: "vamos afuera". Todos me siguieron y, cuando estábamos a punto de decir toda nuestra declamación, les dije: "¿quieren jugar a las escondidas?" A una, como niños chiquitos, todos gritaron que sí y con entusiasmo aceptaron, organizándose y colocándose en rueda para escoger al que contaría.

- "Miss Hani, usted cante la de 'Zapatito Blanco'", me dijo el líder del grupo, un muchacho de 18 años. Parecían niños chiquitos con nuevas esperanzas. Ya que mis 14 alunnos se habían acomodado en posición, comencé a cantar la popular canción, escogiendo con los pies, al que contaría. Habían pasado años desde que no cantaba esa canción. De pronto, una escena del pasado corrió por mi mente: yo, de 14 años, jugando con mis alumnos de 7 y 8 años. ¡Los tiempos no habían cambiado mucho! Fue así que todos corrieron a esconderse, gritando, jugando y riendo. Creo que para ellos también fue un viaje al pasado... creo que habían pasado años desde la última vez que cada uno de nosotros jugamos aquel juego. El ánimo de toda la clase, dio un giro por completo por el resto de la hora.

Una vez con ánimos diferentes y nueva energía, pudimos repetir con entusiasmo la declamación completa. Un juego más, y terminó la clase. Al final de la hora, todos teníanos ánimos renovados y nueva energía para continuar por el resto del día. ¡Cómo nos habíamos divertido! Los muchachos habían corrido, reído, y jugado entre ellos y su maestra. La clase de memorización había sido un desahogo y solaz para sus horas de cansancio y atroz. Acordamos que los próximos días tendríamos un tiempo de "juego" para desestrezarse, porque el entrenamiento de banda y escolta seguirá por los próximos 8 días.

Mientras los despedía, dándoles las últimas indicaciones, una de mis alumnas llegó sonriente a abrazarme mientras gritaba: "de veras que jamás había tenido una maestra igual que tú", casi había terminado de decir eso, cuando llegó el siguiente niño y me abrazó igual, y exclamó con sus ojos llenos de entusiasmo y agradecimiento: "debería haber más maestras como tú en el mundo".

De pronto, pensé en el contraste de lo difícil que habría sido luchar contra la apatía siguiendo el esquema de 'maestro regaña a alumno = ambiente negativo'; en contraste a lo sencillo que había sido romper con esquemas y paradigmas para crear un ambiente de enseñanza y buena energía para activar a los alumnos, saliéndome completamente del parámetro estandarizado.
Se cumplió el objetivo. Ya no había atroz. Cumplimos la 'cuota' de memorización, los alumnos me lo agradecieron, y pudimos continuar el día con buen ánimo, sin enojos ni atroz.

5 comentarios:

  1. Mmmmm, qué bonito que pudiste tener ánimos y sacar del ATROZ a tus niños!!
    <3 Y

    ResponderEliminar
  2. Ay qué padre!! Me encantó. Ya ves por qué te admiramos? Te quiero.

    ResponderEliminar
  3. TE JURO CASI LLORO IO TAMBN RECORDE VIEJOS TIEMPOS (ES NETA)!! GRACIAS MISS HANYY!!

    ResponderEliminar
  4. Qué hermosa pudiera ser la vida, si las (os) maestras (os) cambiaran poquito de actitud hacia los alumnos...
    Pero sinceramente creo que lo que les falta, es amor hacia sus alumnos!! Verdadera vocación y dedicación, y pensar en los niños, no tanto en ellos. ...otra cosa sería.

    ResponderEliminar
  5. Qué interesante maestra, lo que veo es que no te interesa solamente "enseñar" sino influir en la formación positiva de su vida ante cualquier situación.

    ResponderEliminar