La grande lección del día... y yo creo que de la temporada, fue cuando supe que los humildes regalos con los que habían estado jugando mis sobrinos con tanta felicidad, habían sido escogidos por ellos mismos.
Sus caras sonrientes llegaron a saludar y a apoderarse de la mesa de la sala con sus nuevos juguetes: para uno, una colección de 6 o 7 animales de hule con silbato incluido, de aquellos que con el tiempo se les desgasta la pintura, y para el otro, un martillo del mismo material. Su orgullo llenó el ambiente, contagiándonos a todos de la gran felicidad de tener en su poder juguetes nuevos... no importando que fueran de baja calidad.
Había estado un poco triste por no tener varias cosas que me hubieran alegrado mi fin de año. Simplemente había hecho expectativas. Ya fuera estancia prolongada con amigos, paseos, posadas, viajes, regalos. Triste y deprimida, muy en el fondo del corazón deseaba alguna palabra sabia de disciplina que me abriera los ojos a lo que tenía delante mío, no mirando las cosas que pudieron haber sido mías... buscaba consuelo. Y esa palabra sabia de disciplina llegó cuando supe que los juguetes con los que habían llegado mis sobrinos a casa aquél día de navidad y con los que se habían alegrado el día, habían sido escogidos por ellos mismos. "...No abrieron sus ojitos más allá para escoger algún otro juguete sofisticado. Fueron felices con lo que escogieron".
Como lloré. La lección de la temporada había llegado finalmente a mi corazón, ensanchando mis horizontes, extendiendo mi vista a lo que tengo cerca. Me percaté que todo lo que había deseado haber experimentado era solamente un plus a lo que realmente era mi vida. Mi vida es un tesoro, cuyo valor se encontraba aquí cerca, muy cerca de mí. La gratitud la había alejado de mí de tal manera que todo lo que no pudiera hacer o tener, me llenaba de ansiedad y depresión. Simplemente no estaba mirando con atención aquello que le daba valor y sentido a mi vida y que poseía en este preciso momento.
Ciertamente, a vista del ojo público, ha sido una de las fiestas navideñas más extrañas y solitarias que he pasado. Sin cena, sin regalos, sin viajes, sin amigos con los cuales platicar y tomar fotos. Enferma, pasé la Nochebuena vomitando y desvelada. Sin tener siquiera el pequeño recurso para algún gustito pequeño, y para colmo, sin agua en casa literalmente... Pero... ¡ah, que dicha el saber que mis mejores amigos son mi papá y mi mamá! Fue una de las navidades más peculiares y maravillosas que he pasado jamás!
Entre pizza y caballitos de tequila, alrededor de la cocina, los tres platicamos sobre lo más profundo de nuestros corazones, riéndonos y llorando de lo lindo. ¡Cómo disfruté esta velada! ¡Cómo se llenó el fondo de mi corazón de consuelo y de palabra sabia de amor que abrió mis ojos a lo que tenía delante mío! What a wonderful world! expresó el artista al darse cuenta de lo maravilloso que es vivir.
Y sé que soy de lo más dichosa porque tengo conmigo lo invaluable, lo que no se me puede quitar, sea cual sea mi situación. Y así como mis sobrinos se alegraron de dicha y orgullo por los pequeños detallitos que se les permitió tener, no queriendo añorar más, así se alegra mi alma. Pues tengo lo más preciado de todos los tiempos, a pesar de ser tiempos escasos: mis papás, mi familia y el entendimiento de saber que todo lo que Dios nos da y nos permite experimentar, sea grande o pequeño, abundante o escaso, es para que lo disfrutemos; y que lo disfrutemos en abundancia. Esto es, en PLENITUD.
I CAN ONLY SAY... WHAT A WONDERFUL LIFE IT IS!!!
viernes, 25 de diciembre de 2009
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