Ahora, siempre que escribo la fecha, se me olvida escribir un cero menos. En lugar del segundo cero, lleva el 1, y luego, el cero. Le doy tantas gracias a Dios por vivir en este año, en este siglo del futuro. A veces que leo novelas o biografías, o historia, me llena de maravilla el pensamiento humano, otrora vago e ignorante de tanas cosas, dispuesto y expectante, con hambre de descubrir, de saber y de inventar el futuro.
Me remonto a esos momentos; a ese estilo de vida de campiña feudal; a esas cabañas, esos pueblos rústicos, o a esas ciudades donde comenzaba a brillar la industria y trato de ponerme en su lugar e imaginar lo que sería el pensamiento humano de aquellas remotas épocas. Simplemente, me dan ganas de descubrir y viajar al futuro. Quiero descubrir cómo será la vida dentro de algunos cientos de años. Imagino a la gente de otros países. ¿Cómo serán? ¿Cómo serán sus costumbres? Imagino cómo sería la vida si hubiera tecnología. Imagino con qué disparates lidiarían los líderes del gobierno, si en los presentes tiempos lidiamos con revoluciones, y uno que otro hereje o loco científico. Y entonces, súbitamente abro los ojos y me encuentro enfrente de mi laptop, conectada a Durbán, Sudáfrica, a Bucarest, Rumania, o a Oregon, Estados Unidos. Volteo y he ahí una maravilla de la tecnología: un refrigerador. Me levanto para bañarme. Hay agua caliente a cualquier hora del día y sale de arriba, sin necesidad de que alguien más la vierta por mí. Siento mi celular en mi pantalón y puedo comunicarme con mi amiga de Monterrey o con mi amigo de San Luis Potosí. Recuerdo que mi hermana vive lejos, pero le mando una carta y de inmediato la recibe. Entonces, podemos platicar y vernos mutuamente a través de un monitor en ese mismo día.
La vida del futuro es increíble. Y uno de mis grandes anhelos que he tenido durante toda la vida, es poder viajar en el tiempo y decirles a todas esas personas de antaño, de tiempos remotos y olvidados en la oscuridad del tiempo: “¡el futuro es grandioso!” Gracias por habernos conducido hasta ese punto a la humanidad entera!” Y entonces, invitaría a alguno de ellos a venir conmigo. ¿Se asustaría al saber que tan solo presionando un botón puede alumbrar toda una casa? ¿Qué diría cuando se trepe a un carro y fuéramos a toda velocidad, y de pronto, se encontrara en medio de un embotellamiento en pleno Guadalajara? ¿Qué diría si le da hambre y ponemos a calentar una pizza en el microondas? ¿Qué diría de las novelas actuadas que pasan a diario en esos auditorios inmensos e imponentes llamados salas de cine? ¿Cómo reaccionaría ante la explicación del funcionamiento de un Iphone, donde ya no es necesario cargar consigo libros auténticos para recreación personal, tocar el clavecín porque tiene música integrada de todo género mundial, cargar consigo papel y tinta para hacer anotaciones, o si quiera, llevar a un amigo al lado para platicar? ¡Aquel aparato maravilloso lo tiene todo, y tan pequeño que es! ¡¿Qué diría?! ¿Cuál sería su reacción ante la escena del agitado movimiento indiferente de un aeropuerto? ¿Cómo podría procesar su mente el hecho y la sensación de volar en un jumbo, cruzando en menos de 14 horas el océano Atlántico?
Pienso en todas las respuestas y conversaciones y discusiones posibles que tendríamos entonces, y en cómo lo disfrutaría explicándole y viéndolo descubrir todo un mundo nuevo para él, producto y resultado de su mundo anterior, y simplemente suspiro. Amo mi tiempo. Amo la historia.
Sí!! que viva la tecnología!!
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