A pesar de que este año me propuse no perderme del show, me decepcioné mucho y no puedo evitar mencionar que sentí coraje cuando vi el desarrollo del concurso. ¡Cada año deforman más el concepto femenino! Y no me refiero solamente al aspecto físico, sino también al aspecto de lo que debe ser una mujer completa en todo sentido. Y aunque me sentí contenta al ver que la representante de mi país se llevaba el primer lugar del certamen, el concurso de Miss Universo 2010 dejó mucho que desear, y mucho en qué reflexionar.
Hace algunos escasos años hizo escándalo en el mundo entero la noticia de que los estándares de medidas físicas para los modelos, tanto hombres como mujeres, serían menos rigurosos para evitar enfermedades como anorexia y bulimia, fomentando también la auto-aceptación en el público en general al mostrar modelos no tan “perfectos”, sino accesibles y al alcance de todo mundo. Así, el público no se compararía con los seres humanos perfectos que anuncian ropa o todo tipo de artefactos, exhibiendo un cuerpo sumamente delgado, sin ningún defecto ni arruga, y luciendo una juventud radiante y eterna de maniquí de aparador.
Tal parece que esas medidas drásticas se les olvidó a los organizadores y jueces del certamen de belleza anual Miss Universo. Cada participante que desfiló por la pasarela del escenario en la ciudad de las Vegas este pasado lunes 23 de agosto era igual a las modelos que aparecen en las revistas de moda y cosméticos: altas, flacas y con pinta de maniquí. ¿Certamen de belleza representativa de cada país? No lo creo. Excepto por la diferencia en su maquillaje, el largo del cabello o la forma de los ojos, cada señorita era casi idéntica a su contrincante. Vaya que todas tuvieron que alcanzar un mismo estándar de medidas exigentes y casi inalcanzables para entonces así poder encasillarlas rápida y fácilmente a todas y cada una de ellas para así poder calificarlas sin ningún problema. La asiática se hizo alta. La anglosajona se volvió latina. ¿Qué juzgaron los jueces? ¿Quién es la más flaca?, ¿Quién es la que menos entiende la pregunta? ¿Quién es la que camina más parecido a un rectángulo ambulante? ¿Cuál viste el traje más estrafalario, gigantesco y cómico para el público?
Estoy de acuerdo con que las bases del concurso sea calificar y alabar la belleza física, pasando por alto la virtud, la excelencia moral o ingenio de pensamiento. Todas las concursantes hacen hasta lo imposible para ser elegidas y entrar en los estándares: ser alta o usar tacones altos, maquillarse lo bastante bien para que no se vean las arrugas ni las imperfecciones, y hasta usar pestañas postizas para agrandar los ojos; pasar horas enfrente del espejo mientras mil manos acomodan a la perfección cada rizo del cabello; hacer lo necesario y hasta lo doloroso como someterse a cirugías plásticas para incrementar lo que no se posee; y ser capaz de mantener una vida sin tanta variedad de comida rica y nutritiva para caber en un vestido de noche talla 0 petit extra chico… Todo eso ocupa la mente y las energías, y mejor así, porque pensar en el momento crudo del concurso, ese momento que todas temen: el tiempo de las preguntas difíciles, sería contraproducente para las arrugas de la cara. ¡Todas le temen a la parte más práctica y fácil del concurso! ¡Todas temen el que su respuesta sea incorrecta! ¿Por qué? ¿Por qué entonces, no se enfocan en llenarse y actualizarse en cultura, en valores, en ejercitar su mente para agilizarla y ser vivaz y brillante para responder, y todo lo que es físico verlo como un adorno hermoso a toda esa virtud moral? ¿Escucharon la respuesta “acertada” de Miss Filipinas? “Nunca me he equivocado…” creo que los jueces rieron por dentro al escuchar tan ingenua respuesta… por primera vez, Miss Filipinas se equivocó. Y no nomás ella; me sorprendió que ni la gran reina de la noche hubiera entendido la pregunta. ¿Se dieron cuenta? La pregunta fue: “¿Cuál crees que es el IMPACTO que causa que los niños usen el internet sin supervisión?” Su respuesta fue en pocas palabras: “creo que es bueno que a los niños se les inculque valores desde su familia”. ¿QUÉ? ¿Pero, qué del impacto que se le preguntó? Y aún así, ganó el concurso. Sí, porque el concurso no fomenta la virtud o la excelencia de mentalidad, sino el estándar físico que ellos mismos han establecido y que las concursantes alcanzan con muchas penas, esfuerzos y horas frente al espejo. Claro, el haber mencionado las palabras “valores” y “familia” la pusieron en muy buen puntaje, no importando que no haya entendido la pregunta.
Viendo las fotos de las concursantes con dos de mis mejores amigas, me sorprendió de que después de un momento, las tres nos quedamos calladas. Nos miré las caras de tristeza y frustración y caí en cuenta de lo que la publicidad estaba provocando en nosotras. Cerré la página y cambié el tema de conversación. Ellas son dos de las mujeres más hermosas que conozco, no solo física, sino internamente. Y puedo decir abiertamente y con convicción, que cualquiera de las participantes hubiera perdido rotundamente con una sola respuesta que cualquiera de mis dos amigas hubiera dado, pues hubiera sido con gracia, inteligencia y sabiduría. Los estándares que la publicidad internacional sigue promoviendo provocan ansiedad, frustración y descontento. ¿Dónde quedó el concepto femenino? ¿En dónde está la mentalidad femenina, aquella que es sabia para responder, cuyas palabras son congruentes e inteligentes y dan vida y consuelo? ¿Dónde está la vitalidad de la mujer, la alegría y la plenitud de la vida? ¿Dónde quedó la forma anatómica femenina donde hay curvas, color y voluptuosidad naturales?
La publicidad nos desafía, crea inconformidad y fomenta la inseguridad de lo que somos físicamente. ¿Dónde está la belleza representativa de la mujer asiática que es bajita y con ojos rasgados? ¿Dónde están las mujeres anglosajonas representativas de su tierra que son altas y fornidas? ¿Dónde quedaron las mujeres africanas con bello color oscuro y de resistencia incomparable? ¿Se dieron cuenta que varios países anglos mandaron a concursantes latinas? ¿Por qué? ¿A caso los jueces han establecido sus estándares en el parámetro latino? ¿Qué no es un concurso de bellezas representativas de su país? Y si así fuera, ¿podrían a caso, estandarizarlas para poder así juzgarlas y calificarlas? Nunca. Nunca lo podrán hacer, porque cada mujer, cada individuo de este mundo no se compara a otro: todos y cada uno de los seres humanos que habitamos esta tierra somos exactamente diferentes, tanto en anatomía, como en personalidad, aptitudes y valores.
Lo que eres, de dónde vienes, hacia dónde vas, lo que has aprendido, lo que te han inculcado, lo que haces, lo que aportas a la humanidad, tu sentido del humor, tu cooperación hacia otros, tu solidaridad, y el marco físico que adorna toda esa humanidad es lo que eres tú y nadie ni nada puede desafiarte y crear en ti frustración ni inconformidad, pues somos únicos, incomparables y no se nos puede estandarizar. Eres diferente, no te encasilles ni te sientas insatisfecho por lo que ves a tu alrededor. Todos aquellos eslogans de publicidad como el ser alto, flaco; o “rubio porque te diviertes más”, o “latino porque eres más hermoso”, son falsos, pues todos somos diferentes. La belleza se desgasta diariamente, minuto a minuto. Los estándares de belleza publicitarios cambian cada año. No podemos establecer nuestro marco de referencia de identidad en algo tan fluctuante, tan vago y tan somero como los estándares que nos anuncian.
En cambio, en cosas inamovibles e invaluables, como los principios y valores con los que se rige la vida, lo brillante del genio e inteligencia; la sabiduría para responder a cualquier situación de la vida; las habilidades, aptitudes y talentos; la sonrisa y el amor a la vida es lo que los concursos de representantes de cada región deberían de calificar, pues lo externo, lo físico, es solo un marco único, un cuadro que adorna y resalta la fotografía, el contenido, lo que importa, lo que le da valor a tu mirada única.
Amigas mujeres, invertir en la salud tanto física como espiritual; “decorar” ese marco físico para dar más gracia a nuestras palabras tiene que ser un ejercicio diario hecho deliberadamente, pero sin perder de vista que ya somos hermosas tal y como fuimos creadas y que nadie ni nada nos puede robar esa seguridad ni esa identidad. Alégrense, mujeres. Llénense de más sabiduría y valores para que su sonrisa sea con gracia. No se muestren inseguras al ver los modelos que destacan los estándares de rectángulos flacos, sin curvas, defectos ni diferencias, pues la sonrisa que viene desde la nitidez de un pensamiento claro con identidad que no se conmueve por lo que ve a su alrededor, sino que sabe quién es, es más atractivo que un simple maniquí alto en bikini.
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